El capitalismo no tiene una visión de lo que es la tierra, del legado que tenemos que dejar

Charo Bogarín está maquillándose en uno de los camarines de la Ciudad Cultural Konex. Afuera, una larga fila de jóvenes movilizados por la conciencia ambiental aguardan para ingresar al lanzamiento del documental Matar al Río, realizado por varias organizaciones que se oponen a la construcción de represas en la provincia de Santa Cruz. El evento culminará con el canto de La Charo, su voz puesta al servicio y defensa de lo que ella transmite en cada movimiento: tierra.

"El paisaje puede vivir sin nosotros, pero nosotros no podemos vivir sin el paisaje”, dice Charo, con esa profundidad dulce y acompasada que acompaña el cantito de su hablar, marcado por su ascendencia guaraní y su origen formoseño.

Hace 17 años que Tonolec –el dúo que ella conforma con el chaqueño Diego Pérez- se sumergió en la revisión de las culturas, músicas y cantos de los pueblos originarios de la Argentina. Habían hecho un click cuando estaban en España participando de un concurso de MTV con un proyecto que tenían de música electrónica, Laboratorio Wav. Allá se dieron cuenta de que había algo que no cuajaba, que no era representativo de su carne, de su historia, de su gente. Volvieron con la idea de ir en búsqueda de aquello que tuvieron siempre tan cerca y a la vez –por esas cosas del sistema- tan lejos: las comunidades aborígenes.

Así comenzó ese largo camino, con muchos reconocimientos y varias peleas ganadas. Charo entiende todo eso como el florecimiento artístico que se produce en un determinado momento porque lo que “dice el artista es representativo de lo que está sucediendo en tu tejido social”. Sin descuidar a Tonolec, Charo se aventura ahora en un proyecto solista que se transformó en un disco que se editará el 8 de septiembre, con Sony. Siempre con la misma fuerza que la envuelve y la empuja hacia adelante: la difusión de las culturas propias y la defensa de sus modos y medios de vida.

Por eso tampoco resulta difícil entender por qué ella levanta banderas y pone su voz al servicio de causas como esta, en momentos políticos en los que la cuesta parece ponerse más empinada.

¿Qué te movilizó a participar del lanzamiento de Matar al Río?

Mi trabajo musical con los pueblos originarios está muy ligado a lo que es la defensa de nuestra naturaleza, contra los desmontes, la contaminación de los ríos, las mineras. Es algo tan básico para la salud humana. El paisaje puede vivir sin nosotros, pero nosotros no podemos vivir sin el paisaje. Por diferentes procesos evolutivos e involutivos de la humanidad, hemos perdido el foco. Las acciones de fundaciones como las que produjeron el documental, son muy necesarias. Movilizar y crear conciencia. Estoy poniendo mi voz por los ríos, contra las mineras. El arte tiene que estar al servicio.

¿Por qué pensás que se da esa dicotomía entre la generación de riquezas y la naturaleza, que probablemente sea falsa en su origen, pero que hoy existe? ¿Sentís esa contradicción viviendo en la ciudad?

Contribuyo con mis canciones a crear ese paisaje. El hombre crea lo que no tiene y busca lo que le falta. Es movilizante estar en una jungla de cemento porque te hace añorar lo que no tenés, te hacer recordar ese suelo de tierra sobre el que caminabas, la siesta norteña, salir al patio de tu casa y tener un gomero y escuchar los ruidos, tener un búho que te venga a visitarte todas las noches. Personalmente lo compenso desde el arte.

¿Es una añoranza constante?

Siempre. Y en base a eso se construye una idea, un mensaje para concientizar. Hemos olvidado las enseñanzas de nuestros pueblos originarios. Todo mi mensaje musical está plagado de ese volver a la naturaleza, devolverle la salud que ella nos da a nosotros.

En esa revisión de las tradiciones de los pueblos originarios, que empezó hace ya tiempo, ¿te encontraste con personas que no perdieron ese contacto?

Nunca lo perdieron. Sobre todo las comunidades originarias sobre suelo argentino que han logrado sobrevivir al avance de las civilizaciones (entre comillas), de la tecnología y la industrialización. Los mapuches, la huarpe, los qom, guaraníes, wichis. Quienes se mantienen en las zonas rurales, conservan ese modo de vida y un diálogo con la naturaleza: pueden leer lo que pasa. Los guaraníes ven el Tatachiná, esa bruma que se arma a ciertas horas del día, tienen una lectura sobre eso, también sobre el humo del tabaco, el tabaco que sale de la tierra. Tienen una lectura sobre los animales. Nosotros podemos ir a aprender, tenemos a nuestras comunidades vivas. Algo tan sencillo, pero tan olvidado.

La clave quizá sea el intercambio desinteresado. Ellos no le quitan más que lo que necesitan para vivir en equilibrio con la naturaleza. Acá, en las ciudades, lo rompimos a ese equilibrio.

La riqueza material versus la riqueza del medio ambiente, del suelo. No entendemos que estamos buscando el oro, creyendo que el oro es un metal, pero para los pueblos originarios el oro es el maíz. Hay que cuidar el oro, lo que nos da vida, esa riqueza para construir una cultura, ese oro es alimento. Desde que han desembarcado en este continente, se ha transmitido una idea muy errónea de lo que es el avance, la civilización.

Es movilizante estar en una jungla de cemento porque te hace añorar lo que no tenés, te hacer recordar ese suelo de tierra sobre el que caminabas, la siesta norteña.

Soledad Barruti explicó muy bien cómo el sistema logró ocultarnos los procesos de producción y destrucción que hay detrás de la industria alimentaria. Algo similar sucede también con lo que provocan las centrales de generación de energía.

Nos hemos olvidado de los procesos, donde hay sangre de por medio, hay un salvajismo. El capitalismo trae ese salvajismo y no tiene contemplaciones. Ni siquiera tiene una visión… son muy a corto plazo y mediano con suerte. No tienen una visión de lo que es la tierra, del legado que tenemos que dejar. Tampoco los gobiernos tienen esa visión porque dejan el puesto y viene otro, y es un sálvense quien pueda. Es un pensamiento individualista, no colectivo. Las comunidades pueden conservar esta sabiduría porque tienen pensamiento colectivo. La manera de pensarse es uno con el medio, somos uno. A partir de ese pensamiento filosófico, tienen una correcta manera de vivir. Hemos perdido esos lineamientos, y hemos buscado en otras filosofías serviles a los intereses capitales. Hemos salido de foco.

Ahí es donde se redefine el concepto de pobreza, ¿qué es la pobreza finalmente?

¡Exacto! Jaja. Es tan digno… no es pobreza, es austeridad, es rusticidad. Nuestros pueblos originarios, tanto en Argentina como en el resto de Latinoamérica, donde visité comunidades en varios países, tienen una misma manera de vivir: austeridad, el paisaje, el contacto con el barro y lo rústico. Ellos viven ahí y no es pobreza, es rusticidad. Estuve en Angola y Etiopía, cuando filmamos la película Los Dioses de Agua. En Angola estuvimos en Chowke, una de las comunidades más antiguas. Ahí hicimos unas tomas muy lindas porque me integré a tamboreros africanos, una cosa muy poderosa. Pero adentrándonos en las comunidades, me encontraba con las mismas casas que hay en el impenetrable chaqueño.

Y no se conocen.

¡Claro! Humanamente somos lo mismo. Somos parte de una misma cosa, que es la tierra. Hay que reflexionar sobre esto, pensar cómo aportamos para que esto no siga siendo un desastre: repensar cómo comemos, cómo cuidamos el medio ambiente. En toda esta vorágine de avance del capitalismo hemos perdido la mirada contemplativa y crítica. Hay que generar esa masa crítica desde el lugar que a uno le toque: vos desde lo que escribís, yo desde lo que canto. Estamos sirviendo a una sola cosa: la salud del lugar en que vivimos y por ende de nosotros mismos.

Los problemas con las comunidades no son nuevos, pero parece haber un recrudecimiento, ¿creés que hoy se quiere bajar desde el Estado una mirada aleccionadora y persecutoria?

Puede haber algo de eso luego de una década en donde se han puesto de pie y han levantado la voz. No sólo porque se los fortaleció desde políticas de Estado y desde acciones culturales, sino también porque a nivel de Latinoamérica hubo un gran realce de lo que son las comunidades originarias. Se valorizó lo artesanal, hubo un reconocimiento. Creo que ladran Sancho porque estamos cabalgando. Si se recrudecen las medidas de los gobiernos en contra de nuestros pueblos originarios, es porque ellos están más fuertes, se manifiestan. Eso molesta. Es lógico que en este proceso que estamos viviendo todos ellos sufran las medidas de represión, para acallarlos. Sin embargo, nuestra sociedad está mucho más atenta, no sólo como observadores sino que participan. Esto lo hemos logrado en la última década y me siento parte. Empezamos con Diego Pérez en el año 2000 y en el 2005 sacamos el primer disco, desde entonces Tonolec empezó a remarla, a crecer. El artista florece en un determinado momento porque lo que dice es representativo de lo que está sucediendo en tu tejido social. Eso está construido, ahora tenemos que ver la manera que no se diluya.

¿Es un momento de resistencia?

Este es un gobierno claramente liberal y con la mirada hacia afuera. Esta nueva oleada que ha llegado en todo Latinoamérica, pone en jaque para lo que tanto hemos trabajado, en tener un pensamiento más autónomo, más nacionalista en el buen sentido, más proteccionista de nuestra cultura. Ahora hemos votado a alguien que tiene otra visión y sabemos qué conlleva eso. Se abren las puertas a monstruos capitalistas que no tienen el menor reparo en dañar a la naturaleza. La mayoría ha votado este tipo de gobierno, somos democráticos, tenemos que bancarnos esto y ser respetuosos, pero tampoco asombrarnos porque, ¿qué nos sorprende de todo esto?

En el gobierno anterior también había una contradicción…

Que la hubo, sí, tremenda.

Ahora quizá eso no está presente porque es un gobierno que no tiene esa disputa interna.

A Cristina Kirchner una de las cosas que siempre se le reclamó fue lo de las mineras. Bueno, no pudo ponerse firme en ese sentido y hubo que repudiar ese tipo de políticas.

Esta represa en Santa Cruz se origina justamente en un acuerdo con China del Gobierno de Cristina Kirchner.

Exactamente. Pero yo creo que en el gobierno anterior el 70 por ciento de las fuerzas estaban puestas en realzar nuestro patrimonio cultural de nuestros pueblos originarios. Inclusive ella nunca arremetió contra el proceder de Félix Díaz, nunca salió a contestarle, muy digna, aceptó que él se expresara porque tenía todo el derecho. Nuestro primer dirigente indigenista que ha surgido, la verdad no sería digno de un presidente que levante el dedo para aplastarlo. Todo lo contrario. Dejalo porque es una manifestación de un movimiento que vos estás alentando, y que está creciendo.

“Esta nueva oleada que ha llegado en todo Latinoamérica, pone en jaque para lo que tanto hemos trabajado, en tener un pensamiento más autónomo, más nacionalista en el buen sentido, más proteccionista de nuestra cultura”

En 17 años de investigación y recorrido de los pueblos originarios, ¿qué es lo que todavía te emociona de esos encuentros y qué es lo que te motiva para seguir en esta senda?

Cada vez que visito a una comunidad va más allá del entendimiento, es algo en el adn que tengo, mi sangre guaraní, una conexión muy espiritual, una conexión con el paisaje, los rostros y esa manera de vivir. Es una como inyección de un líquido que no sabés qué te provoca, pero te queda, tiene un efecto residual cada vez que vas. Hay algo que estás absorbiendo que tiene que ver con conocimientos que no son racionales, ancestrales, mucho más misteriosos e indescriptibles.

Donde uno encuentra algo verdadero, vuelve.

Eso es lo que me pasa… cuando uno encuentra algo sanador y puro, volvés. Volvés porque te lleva a un lugar muy lindo y placentero. Sentís que hay un aprendizaje, y eso me pasa siempre, cada vez que las visito o empiezo a estudiarlas desde lo artístico. Y sé que eso que a mí me construye personalmente, genera mi identidad y mi fortaleza. Es filosofía en vivo, las comunidades son libros abiertos. Es ir, sentarse y tener una lectura de eso que está pasando.

 

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Por: Franco Spinetta / Almagro Revista